domingo, 21 de octubre de 2012

Historia y significado de las parrandas en Cuba.


Por: Humberto Olmos Martínez.

 Las Parrandas son una de las tradiciones populares más importantes de Cuba.
Denominadas también fiestas de Barrio, han cobrado un fuerte arraigo en la región central de la Isla. La preocupación de sus gestores y promotores por conservar los elementos tradicionales más importantes que tenían en sus inicios, contribuye a preservar el legado cultural cimentado por diversas generaciones, logrando enriquecerse y fortalecerse en convergencia con los adelantos científicos y tecnológicos, sin que ello desvirtúe su carácter autóctono como fiesta tradicional.
Las parrandas no solo ofrecen goce estético, también proveen placer intelectual, pues se apoyan en diversas fuentes de conocimientos como el arte y la literatura universal. Con sus similitudes y diferencias, estas fiestas de barrio constituyen una concentración de vínculos sociales en una colectividad dada, o sea, en un poblado, ya que estas no son propias de las grandes ciudades.  De ahí que sea necesaria la protección de los elementos autóctonos que integran estas festividades.
La historia de las parrandas se divide en tres etapas fundamentales que se funden indistintamente con los periodos en que se ha dividido la historia de Cuba, es decir, la Colonia, la República y la Revolución, que son las que patentizan su desarrollo como expresión cultural de diversas representaciones folclóricas, introducidas por fenómenos como la transculturación y la aculturación.
Durante el siglo XIX muchas de las manifestaciones de la cultura en Cuba comenzaron a evidenciar síntomas de cierta insurgencia artística con relación a la cultura española. Este proceso de nacionalismo de las artes en la Isla, empezó a responder a una realidad inmediata: la paulatina formación de la nacionalidad cubana. Por tal motivo fomentó la apreciación simultánea de las diferentes manifestaciones artísticas durante este período. Las parrandas constituyeron un elemento cultural identitario con respecto a la situación por la que atravesaba el país, pues, mediante las carrozas[1], en el caso de Zulueta, se reflejaba la posición política de gran parte de los habitantes del pueblo y en el caso de Remedios, mediante sus trabajos de plazas fundamentalmente, todo esto se da desde los conflictos existentes entre Cuba y España durante el siglo XIX. 
En la actualidad las parrandas son el hecho social más importante para todos los pobladores donde se efectúen estás celebraciones, que viven, trabajan, respiran, sueñan y se crecen en torno a sus fiestas anuales. Esta cobra una extraordinaria significación en la contemporaneidad para obreros, campesinos, estudiantes, amas de casa, jubilados, trabajadores por cuenta propia, intelectuales, blancos, negros, chinos, etc., pues en la misma no existen barreras para la unidad poblacional. Cabe destacar que antes del triunfo revolucionario de enero de 1959, este tipo de fiesta tenía gran importancia para aquellas clases más pudientes de los distintos pueblos, ya fueran comerciantes, propietarios de cualquier centro y hasta los profesionales, todos, junto a la clase trabajadora y otros sectores, aportaban no solo recursos económicos a estas fiestas, sino también ideas e iniciativas para una mejor realización de las mismas.
Las parrandas propiamente dichas surgieron alrededor de 1820 en la ciudad de San Juan de los Remedios, cuando un sacerdote llamado Francisco Vigíl de Quiñones (Francisquito), contrató a un grupo de niños para que en las frescas madrugadas del 16 al 24 de diciembre, hicieran un ruido enloquecedor, para despertar a los vecinos de la villa, que preferían dormir y no participar en las misas de Aguinaldo. No sabemos si el joven sacerdote logró el objetivo religioso propuesto, pero aquel alboroto evolucionó y trascendió como una genuina tradición folclórica.
A partir de entonces, los niños recorrían las calles con pitos, matracas, rejas, latas rellenas con piedras y cuanto hiciera un ruido espectacular. Para esto, el pueblo se dividió en ocho barrios: Camaco, El Cristo, San Salvador, El Carmen, Buenviaje, La Parroquia, Laguna y Bermeja. En 1835, el regidor Genaro Manegía se quejó al ayuntamiento del ruido que hacía la muchachada, por lo que se editó un bando que prohibía su salida antes de las cuatro de la mañana.
Por esa década los pobladores pertenecientes a las capas más humildes,  comenzaron  a salir por las calles, para hacer serenatas, con acompañamiento de guitarras y mandolinas, pero luego continuó desarrollándose la música bullanguera, que fue el germen del repique[2].
Hacia 1851 se formaron dos grandes grupos rivales: El Carmen y San Salvador, capitaneados por Chana Peña y Rita Rueda respectivamente, quienes realizaron la primera estructura organizativa de esta fiesta pero que no se haría efectiva hasta 1871, donde adoptó una nueva forma, aglutinándose los ocho barrios parranderos en dos: El Carmen y San Salvador, quedando establecidos como únicos barrios rivales dentro de la parranda hasta nuestros días. Por una parte aunaron sus fuerzas los barrios La Bermeja, La Parroquia, El Carmen y El Cristo; y por la otra, Laguna, Buenviaje, San Salvador y Camaco, pero aún no había competencias entre los barrios. Aunque existía cierta organización, los grupos no estaban consolidados de manera definitiva. Ambas tropas contaban con un coro de cantores y tocadores de guitarra, bandurria, arpa, quijada de caballo, botijuela, corneta, clave y atambora, que salían para animar las festividades. 

En Cuba, los primeros indicios de fuegos artificiales datan de 1864, relacionados con dos españoles residentes en La Habana y Matanzas, quienes confeccionaron cohetes, voladores y luces de bengala. La primera incursión de los fuegos en estas fiestas, datan del año 1880, aportadas por el Barrio San Salvador de Remedios, por su aceptación, fue acogido como un elemento competitivo por ambos bandos. Estas fiestas populares dejan de ser un fenómeno netamente remediano y se extendieron a otros territorios cercanos a la octava villa como Caibarién, Camajuaní y Zulueta, pueblos de la actual provincia de Villa Clara. Más adelante, otros territorios de la zona central de Cuba asumieron esta tradición llegando a provincias vecinas como Sancti Spíritus, en los casos específicos de Guayos y Zaza del Medio y a Ciego de Ávila en Chambas y Punta Alegre.
Entre los elementos que evolucionan en esta nueva etapa se encuentra la música, antiquísima característica de estas fiestas, pues se incluye desde el mismo nacimiento de las parrandas. La guitarra como instrumento inicial desaparece, al igual que la corneta, siendo sustituida por la trompeta, uno de los nuevos instrumentos de tipo musical que se empieza a utilizar dentro de diferentes manifestaciones de la música en la naciente Cuba neocolonial.
Otro elemento que se ha empleado en la parranda son los conocidos trabajos de Plaza[3], que datan de 1875, situados alrededor de la antigua Plaza de Armas Isabel II de Remedios, de ahí se deriva su nombre, aunque en un inicio se les nombró Arco de triunfo. Con el tiempo, evolucionaron desde sencillos ingenios en miniaturas, torres y obeliscos, que solo se podían contemplar durante el día pues no contaban con fluido eléctrico, hasta majestuosas y monumentales obras de arte que llegaron a alcanzar hasta 105 pies de altura.
Cuando finalizó la gesta independentista de 1895, y como protesta a la intervención norteamericana, el barrio de San Salvador de Remedios, presentó el “Cuba Libre”, trabajo de Plaza en el que los remédianos exaltaban su sentir patriótico. Muchos parranderos de entonces, veteranos de la guerra y pertenecientes a ambos barrios, le hicieron guardia de honor al trabajo: entre ellos se encontraban los mayores generales Carlos Roloff y Francisco Carrillo.
En 1921 se usó la electricidad por primera vez en el trabajo de Plaza “El Girasol”, del barrio San Salvador. Desde entonces no han faltado el “flasheo” y los juegos de luces en estas monumentales obras. Un aspecto que hay que destacar en cuanto a los trabajos de plaza, es que este elemento no trascendió a todos los demás pueblo de igual forma, solo localidades como Caibarién y Vueltas en el municipio de Camajuaní, asimilaron este tipo de manifestación dentro de la parranda, pues los demás, simplemente, no lo creyeron necesario.     
Las carrozas se incorporaron a las fiestas en 1890, para entonces se les conocían como “carros triunfales”. Las carrozas de parrandas, tienen notable diferencias con la carnavalesca. Siempre representan una historia, que puede ser de la literatura universal, mitológica, histórica, fantástica o de actualidad. Además, los personajes que recrean la historia se mantienen estáticos: es contemplar una escena detenida en el tiempo, que se desliza por las calles. Todo esto no impide que pueda tener el conocido descubrimiento o sorpresa, que consista en que algún que otro personaje se mueva o baile, según lo permita la historia, o que se descubra algo que se mantiene oculto a los ojos del espectador, hasta un momento determinado.
Con la llegada del siglo XX y la nueva cultura estadounidense a nuestro país, estas fiestas de barrios empiezan a tener otra connotación dentro de su estructura organizativa y material como fiestas en sí, pues según avanzaba el siglo, se comienza a notar en ellas nuevos elementos de tipo competitivo, como va hacer el alumbrado eléctrico en carrozas y trabajos de plaza, se empiezan a utilizar los equipos de audio en las calles durante las festividades que enriquecen el desenvolvimiento de las mismas, a través del empleo de músicas para el desplazamiento de sus carrozas, acompañado a su vez con leyendas que van a reflejar pasajes históricos y fábulas.
A partir de la segunda mitad del siglo XX empezó a mostrarse una sola carroza por barrios, pero con mayores proporciones debido a los adelantos técnicos. Se le empieza a introducir la iluminación eléctrica, posibilitando su salida en horas nocturnas, nos referimos específicamente a la zona central de Cuba, pues ya en provincias como Ciudad de La Habana y Santiago de Cuba, las carrozas en sus carnavales contaban con este moderno sistema de alumbrados desde la primera mitad de este siglo. Pueblos parranderos como Zulueta, Camajuaní, Chambas, etc., hacen de este elemento verdaderas obras de arte, que impresionan a todos los que se acercan a disfrutar de estas fiestas de barrios.
  Otro elemento parrandero que ha acompañado a los barrios en sus incursiones son los estandartes, las insignias y los emblemas, que se muestran cuando el repique recorre las calles para anunciar la proximidad de las fiestas. Por ejemplo, en Remedios, sus barrios están representados de la siguiente manera: el San Salvador por un gallo y una bandera roja que ostenta un gallo dentro de un cuadro azul; El Carmen, por una globa, un gavilán y una bandera carmelita con una globa dentro de un triangulo rojo; en Zulueta sin embargo, un barrio es nombrado La Loma, con un chivo y una bandera roja, mientras que otro es nombrado Guanijibes con un sapo y una bandera azul. En otro lugar, como Placetas, uno de sus barrios es nombrado Fortún, con un aura y una bandera azul, mientras que otro es nombrado Zaza con un pitirre y una bandera roja; en Camajuaní es chivos y sapos; en Caibarién La Loma con una bandera azul y un gallo y La Marina con una bandera roja y un tiburón, y así sucesivamente en los distintos territorios parranderiles.
La situación actual de estas tradiciones populares podría catalogarse de crítica.  Las fiestas de barrio han perdido en esplendor y tradición. Si algo es necesario señalar es que, dado los problemas económicos que afronta la sociedad cubana, estos festejos se han visto muy limitados a la hora de efectuarse con la calidad requerida, llegando a perderse incluso en algunos lugares privando del disfrute estético y cultural de una importante tradición a los pobladores de estas localidades, y despojándolos de una de las pocas actividades culturales establecidas.


 La significación de estas tradicionales fiestas queda vigente en nuestra contemporaneidad, tras más de un siglo de existencia, no solo para los propios cubanos que la desarrollan, sino también para un público  extranjero que se siente identificado con esta práctica parrandera, quienes repiten su presencia en las fiestas cada 24 de diciembre en el caso de Remedios, 17 de marzo en Camajuaní y 31 de diciembre en Zulueta.


[1] Nombradas en un inicio” Carros Triunfales”, debido a que se confeccionaban en carretas y aladas por bueyes o caballos. Cambian su determinación a partir de la década de los 50 y 60 del siglo XX, donde se empiezan a desarrollar hasta llegar a convertirse en las obras de arte que se pueden apreciar en la contemporaneidad.
[2] Sale a las calles los domingos que anteceden a las fiestas, para anunciarla. Al compás de su música, esencialmente rítmica, el pueblo arrolla. Se incluye en las parrandas casi desde el comienzo mismo de las fiestas, pues su antecedente más inmediato fue, sin dudas, aquella patrulla de muchachos bullangueros que recorrían las calles remedianas en las madrugadas de Aguinaldo. Hacia 1835 se sumaron los instrumentos  existentes la atambora y la corneta (esta última desapareció). Poco a poco se le incluyen otros, hasta quedar conformado el repique, en la segunda mitad del siglo XIX, como agrupación musical, y se mantuvo intacto hasta la década del noventa del siglo XX, momento en el que empezó a asimilar la trompeta.
[3] Es una especie de carroza, lo que no se desplaza, no tiene personal encima y tiene una considerable altura. Como elemento esencial y distinto a las carrozas, contiene gran variedad y cantidad al mismo tiempo de luces de colores, deslumbrando al exportador con sus constantes cambios y efectos en cada una de sus piezas. Cada año se reflejan en ellos distintos pasajes del acontecer nacional e internacional.

2 comentarios: