Por: Humberto Olmos Martínez.
Las Parrandas
son una de las tradiciones populares más importantes de Cuba.
Denominadas también fiestas de Barrio, han cobrado
un fuerte arraigo en la región central de la Isla. La preocupación de sus
gestores y promotores por conservar los elementos tradicionales más importantes
que tenían en sus inicios, contribuye a preservar el legado cultural cimentado
por diversas generaciones, logrando enriquecerse y fortalecerse en convergencia
con los adelantos científicos y tecnológicos, sin que ello desvirtúe su
carácter autóctono como fiesta tradicional.
Las parrandas no solo ofrecen goce estético,
también proveen placer intelectual, pues se apoyan en diversas fuentes de conocimientos
como el arte y la literatura universal. Con sus similitudes y diferencias,
estas fiestas de barrio constituyen una concentración de vínculos sociales en
una colectividad dada, o sea, en un poblado, ya que estas no son propias de las
grandes ciudades. De ahí que sea
necesaria la protección de los elementos autóctonos que integran estas
festividades.
La historia de las parrandas se divide en tres
etapas fundamentales que se funden indistintamente con los periodos en que se
ha dividido la historia de Cuba, es decir, la Colonia, la República y la
Revolución, que son las que patentizan su desarrollo como expresión cultural de
diversas representaciones folclóricas, introducidas por fenómenos como la
transculturación y la aculturación.
Durante el siglo XIX muchas de las manifestaciones
de la cultura en Cuba comenzaron a evidenciar síntomas de cierta insurgencia
artística con relación a la cultura española. Este proceso de nacionalismo de
las artes en la Isla, empezó a responder a una realidad inmediata: la paulatina
formación de la nacionalidad cubana. Por tal motivo fomentó
la apreciación simultánea de las diferentes manifestaciones artísticas
durante este período. Las parrandas constituyeron un elemento cultural
identitario con respecto a la situación por la que atravesaba el país, pues,
mediante las carrozas,
en el caso de Zulueta, se reflejaba la posición política de gran parte de los
habitantes del pueblo y en el caso de Remedios, mediante sus trabajos de plazas
fundamentalmente, todo esto se da desde los conflictos existentes entre Cuba y
España durante el siglo XIX.
En la actualidad las parrandas son el
hecho social más importante para todos los pobladores donde se efectúen estás
celebraciones, que viven, trabajan, respiran, sueñan y se crecen en torno a sus
fiestas anuales. Esta cobra una extraordinaria significación en la
contemporaneidad para obreros, campesinos, estudiantes, amas de casa,
jubilados, trabajadores por cuenta propia, intelectuales, blancos, negros,
chinos, etc., pues en la misma no existen barreras para la unidad poblacional.
Cabe destacar que antes del triunfo revolucionario de enero de 1959, este tipo
de fiesta tenía gran importancia para aquellas clases más pudientes de los
distintos pueblos, ya fueran comerciantes, propietarios de cualquier centro y
hasta los profesionales, todos, junto a la clase trabajadora y otros sectores,
aportaban no solo recursos económicos a estas fiestas, sino también ideas e
iniciativas para una mejor realización de las mismas.
Las parrandas propiamente dichas surgieron
alrededor de 1820 en la ciudad de San Juan de los Remedios, cuando un sacerdote
llamado Francisco Vigíl de Quiñones (Francisquito), contrató a un grupo de
niños para que en las frescas madrugadas del 16 al 24 de diciembre, hicieran un
ruido enloquecedor, para despertar a los vecinos de la villa, que preferían
dormir y no participar en las misas de Aguinaldo. No sabemos si el joven
sacerdote logró el objetivo religioso propuesto, pero aquel alboroto evolucionó
y trascendió como una genuina tradición folclórica.
A partir de entonces, los niños recorrían las
calles con pitos, matracas, rejas, latas rellenas con piedras y cuanto hiciera
un ruido espectacular. Para esto, el pueblo se dividió en ocho barrios: Camaco,
El Cristo, San Salvador, El Carmen, Buenviaje, La Parroquia, Laguna y Bermeja.
En 1835, el regidor Genaro Manegía se quejó al ayuntamiento del ruido que hacía
la muchachada, por lo que se editó un bando que prohibía su salida antes de las
cuatro de la mañana.
Por esa década los pobladores pertenecientes a las
capas más humildes, comenzaron a salir por las calles, para hacer serenatas,
con acompañamiento de guitarras y mandolinas, pero luego continuó
desarrollándose la música bullanguera, que fue el germen del repique.
Hacia 1851 se formaron dos grandes grupos rivales:
El Carmen y San Salvador, capitaneados por Chana Peña y Rita Rueda
respectivamente, quienes realizaron la primera estructura organizativa de esta
fiesta pero que no se haría efectiva hasta 1871, donde adoptó una nueva forma,
aglutinándose los ocho barrios parranderos en dos: El Carmen y San Salvador,
quedando establecidos como únicos barrios rivales dentro de la parranda hasta
nuestros días. Por una parte aunaron sus fuerzas los
barrios La Bermeja, La Parroquia, El Carmen y El Cristo; y por la otra,
Laguna, Buenviaje, San Salvador y Camaco, pero aún no había competencias entre
los barrios. Aunque existía cierta organización, los grupos no estaban
consolidados de manera definitiva. Ambas tropas contaban con un coro de
cantores y tocadores de guitarra, bandurria, arpa, quijada de caballo,
botijuela, corneta, clave y atambora, que salían para animar las festividades.
En Cuba, los primeros indicios de fuegos
artificiales datan de 1864, relacionados con dos españoles residentes en La
Habana y Matanzas, quienes confeccionaron cohetes, voladores y luces de
bengala. La primera incursión de los fuegos en estas fiestas, datan del año
1880, aportadas por el Barrio San Salvador de Remedios, por su aceptación, fue
acogido como un elemento competitivo por ambos bandos. Estas fiestas populares
dejan de ser un fenómeno netamente remediano y se extendieron a otros
territorios cercanos a la octava villa como Caibarién, Camajuaní y Zulueta,
pueblos de la actual provincia de Villa Clara. Más adelante, otros territorios
de la zona central de Cuba asumieron esta tradición llegando a provincias vecinas
como Sancti Spíritus, en los casos específicos de Guayos y Zaza del Medio y a
Ciego de Ávila en Chambas y Punta Alegre.
Entre los elementos que evolucionan en esta nueva
etapa se encuentra la música, antiquísima característica de estas fiestas, pues
se incluye desde el mismo nacimiento de las parrandas. La guitarra como
instrumento inicial desaparece, al igual que la corneta, siendo sustituida por
la trompeta, uno de los nuevos instrumentos de tipo musical que se empieza a
utilizar dentro de diferentes manifestaciones de la música en la naciente Cuba
neocolonial.
Otro elemento que se ha empleado en la parranda son
los conocidos trabajos de Plaza,
que datan de 1875, situados alrededor de la antigua Plaza de Armas Isabel II de
Remedios, de ahí se deriva su nombre, aunque en un inicio se les nombró Arco de
triunfo. Con el tiempo, evolucionaron desde sencillos ingenios en miniaturas,
torres y obeliscos, que solo se podían contemplar durante el día pues no
contaban con fluido eléctrico, hasta majestuosas y monumentales obras de arte
que llegaron a alcanzar hasta 105
pies de altura.
Cuando finalizó la gesta independentista de 1895, y
como protesta a la intervención norteamericana, el barrio de San Salvador de
Remedios, presentó el “Cuba Libre”, trabajo de Plaza en el que los remédianos
exaltaban su sentir patriótico. Muchos parranderos de entonces, veteranos de la
guerra y pertenecientes a ambos barrios, le hicieron guardia de honor al
trabajo: entre ellos se encontraban los mayores generales Carlos Roloff y Francisco
Carrillo.
En 1921 se usó la electricidad por primera vez en
el trabajo de Plaza “El Girasol”, del barrio San Salvador. Desde entonces no
han faltado el “flasheo” y los juegos de luces en estas monumentales obras. Un
aspecto que hay que destacar en cuanto a los trabajos de plaza, es que este
elemento no trascendió a todos los demás pueblo de igual forma, solo
localidades como Caibarién y Vueltas en el municipio de Camajuaní, asimilaron
este tipo de manifestación dentro de la parranda, pues los demás, simplemente,
no lo creyeron necesario.
Las carrozas se incorporaron a las fiestas en 1890,
para entonces se les conocían como “carros triunfales”. Las carrozas de
parrandas, tienen notable diferencias con la carnavalesca. Siempre representan
una historia, que puede ser de la literatura universal, mitológica, histórica,
fantástica o de actualidad. Además, los personajes que recrean la historia se
mantienen estáticos: es contemplar una escena detenida en el tiempo, que se
desliza por las calles. Todo esto no impide que pueda tener el conocido
descubrimiento o sorpresa, que consista en que algún que otro personaje se
mueva o baile, según lo permita la historia, o que se descubra algo que se
mantiene oculto a los ojos del espectador, hasta un momento determinado.
Con la llegada del siglo XX y la nueva cultura estadounidense a nuestro país, estas fiestas de
barrios empiezan a tener otra connotación dentro de su estructura organizativa
y material como fiestas en sí, pues según avanzaba el siglo, se comienza a notar
en ellas nuevos elementos de tipo competitivo, como va hacer el alumbrado
eléctrico en carrozas y trabajos de plaza, se empiezan a utilizar los equipos
de audio en las calles durante las festividades que enriquecen el
desenvolvimiento de las mismas, a través del empleo de músicas para el
desplazamiento de sus carrozas, acompañado a su vez con leyendas que van a
reflejar pasajes históricos y fábulas.
A partir de la segunda mitad del siglo XX empezó a
mostrarse una sola carroza por barrios, pero con mayores proporciones debido a
los adelantos técnicos. Se le empieza a introducir la iluminación eléctrica,
posibilitando su salida en horas nocturnas, nos referimos específicamente a la
zona central de Cuba, pues ya en provincias como Ciudad de La Habana y Santiago
de Cuba, las carrozas en sus carnavales contaban con este moderno sistema de
alumbrados desde la primera mitad de este siglo. Pueblos parranderos como
Zulueta, Camajuaní, Chambas, etc., hacen de este elemento verdaderas obras de
arte, que impresionan a todos los que se acercan a disfrutar de estas fiestas
de barrios.
Otro
elemento parrandero que ha acompañado a los barrios en sus incursiones son los
estandartes, las insignias y los emblemas, que se muestran cuando el repique
recorre las calles para anunciar la proximidad de las fiestas. Por ejemplo, en
Remedios, sus barrios están representados de la siguiente manera: el San
Salvador por un gallo y una bandera roja que ostenta un gallo dentro de un
cuadro azul; El Carmen, por una globa, un gavilán y una bandera carmelita con
una globa dentro de un triangulo rojo; en Zulueta sin embargo, un barrio es
nombrado La Loma, con un chivo y una bandera roja, mientras que otro es
nombrado Guanijibes con un sapo y una bandera azul. En otro lugar, como
Placetas, uno de sus barrios es nombrado Fortún, con un aura y una bandera azul,
mientras que otro es nombrado Zaza con un pitirre y una bandera roja; en
Camajuaní es chivos y sapos; en Caibarién La Loma con una bandera azul y un
gallo y La Marina con una bandera roja y un tiburón, y así sucesivamente en los
distintos territorios parranderiles.
La situación actual de estas tradiciones populares
podría catalogarse de crítica. Las
fiestas de barrio han perdido en esplendor y tradición. Si algo es necesario
señalar es que, dado los problemas económicos que afronta la sociedad cubana,
estos festejos se han visto muy limitados a la hora de efectuarse con la
calidad requerida, llegando a perderse incluso en algunos lugares privando del
disfrute estético y cultural de una importante tradición a los pobladores de
estas localidades, y despojándolos de una de las pocas actividades culturales
establecidas.
La significación de estas tradicionales fiestas
queda vigente en nuestra contemporaneidad, tras más de un siglo de existencia,
no solo para los propios cubanos que la desarrollan, sino también para un
público extranjero que se siente
identificado con esta práctica parrandera, quienes repiten su presencia en las
fiestas cada 24 de diciembre en el caso de Remedios, 17 de marzo en Camajuaní y
31 de diciembre en Zulueta.